2º día: Atenas



Como íbamos a hacer todos los días durante nuestro recorrido por la zona meridional de Grecia nos levantamos a las 07:20, recordad que la franja horaria es de una hora más respecto a la de España, y desayunamos en el hotel en el que nos hospedamos durante nuestra estancia en Atenas, el Stanley. Nos dirigimos cogiendo el metro desde la estación de Metaxourgeio que quedaba junto al hotel al conjunto arqueológico de la Acrópolis ateniense bajándonos en la estación de mismo nombre. Al recinto arqueológico de la Acrópolis se llega rápidamente ya que la estación de metro no queda lejos. Por cierto que haciendo uso del Carné de Estudiante Internacional tanto en los transportes públicos, donde os harán una rebaja, como en los museos y yacimientos arqueológicos, donde os saldrá la entrada gratis, el viaje no se les saldrá de lo previsto a aquellos con presupuestos reducidos.
Tras la destrucción por parte de los persas en el 480 a.C. de todo el complejo antiguo de la Acrópolis de Atenas se tuvo que reconstruir éste de nueva planta. Las acrópolis helenas solían asentarse en zonas elevadas a las cuales desde tiempos inmemoriales se les daba un componente sagrado; el grado de majestuosidad de estas era proyectado hacia los visitantes de la época que las atisbaban desde la lejanía como representación del esplendor de la polis griega a la que pertenecía, ello explica la magnifica composición de la Ateniense cuya simetría y los estudios matemáticos que en ella se habían aplicado permitían corregir los defectos que el ojo humano podía provocar en la visión de los visitantes que alzaban la mirada desde lejos hacia ésta.

Allí pudimos contemplar, nada más llegar, los restos estructurales en la falda de la Acrópolis de quienes fueron los primeros pobladores del lugar. También en los aledaños por la cara sur se encuentra el teatro de Dionisos cuya orquesta y escenario se conservan bastante bien al igual que la mayor parte del graderío el cual aprovecha la propia pendiente de la colina de la Acrópolis para su asentamiento. No muy lejos de éste se encuentra un templo consagrado al mismo dios,. El teatro se construyó a finales del siglo VI a.C., y en él estrenaron sus obras Esquilo, Sófocles y Eurípides. Presenta el aspecto que le dejó su última remodelación en época del emperador Nerón (en el siglo I d.C.). Las gradas más altas llegaban asta el arranque de los muros de la Acrópolis que se elevaba en la cima de la colina. Más adelante, en nuestro camino hacia
el Odeón (construcción destinada a competiciones de canto) de Herodes Ático (161 d.C.) conservado casi en perfectas condiciones (de hecho es sede de actuaciones musicales durante el Festival de Atenas en verano), nos encontramos con los restos del templo de Asclepio y la Stoa de Eumenes (197-159 d.C.). Camino ya de entrar dentro del ansiado complejo tuvimos una vista
magnífica del templo de Atenea Niké o Niké Áptera, personificación de la victoria, antes de pasar junto a la puerta Beulé y quedarnos alelados con la magnífica y esplendorosa entrada porticada que conforma los Propíleos. Construidos por el arquitecto Mnesicles entre el 437 y el 432 a.C. bajo el gobierno de Pericles, esta monumental entrada vino a sustituir a la anterior destruida por los persas en el 480.C. de época pisistrátida y salva un lugar muy accidentado, lo que supuso todo un reto para su diseñador.
Al traspasar el umbral de la escalinata de la entrada atisbamos a mano izquierda el Erecteion, templo consagrado al héroe local Erecteo el cual consta de un magnífico pórtico columnado por las cariátides, y a la derecha el Partenón; en la antigüedad lo primero que se veía al entrar era la imagen de una colosal estatua en bronce de la Atenea Prómachos (defensora) policromada, hoy desaparecida, portando un casco, un escudo y una lanza además de una piel de cabra (la égida) que llevaba sobre los hombros y que estaba bordada con serpientes.
El centro de la vida activa en la Acrópolis tanto en la antigüedad como más aún en la actualidad, ya que sigue estando en proceso de restauración, es el Partenón. Fue uno de los mejores políticos que han existido, Pericles, el que encomendó la construcción del nuevo templo consagrado a Atenea, patrona de la capital de la región del Ática, a los arquitectos Calícrates e Ictino encargando de la decoración escultórica al famoso Fidias quien también realizara la escultura en oro y marfil de Atenea como doncella, Párthenos, de ahí el nombre del templo. La estatua en el siglo V d.C. sufre un tercer incendio y desaparece aunque según un relato se la ubica en el siglo X d.C. en Constantinopla. El Partenón se mantuvo relativamente intacto hasta que una bomba veneciana durante el asedio de la acrópolis a finales del siglo XVII provocó una explosión en el edificio, que estaba siendo

utilizado por los turcos como polvorín. Posteriormente en el siglo XIX el embajador británico Elgin en Constantinopla se lleva la mayor parte de los frisos y estatuas que se conservaban parcialmente para venderlas al Museo Británico, y en 1904 un terremoto provoco

tal daño en la estructura que aun se conservaba que el estado griego empezó a realizar los primeros trabajos de restauración que duran hasta la actualidad en pos de conservar uno de los símbolos de los orígenes de la civilización Occidental. Tras contemplarlo en todo su contorno nos acercamos a la última construcción realizada dentro de la Acrópolis, el Erecteion es un edificio construido por el arquitecto Mnesicles el cual salvó el desnivel en el que anteriormente se asentaba un templo dedicado a Atenea Políade (o "de la ciudad") erigido en época de los Pisistrátidas, con la configuración de un templo en varias secciones más pequeñas e inconexas entre sí. La parte principal orientada hacia el este está precedida por un pronaos hexástilo donde se incluye el recinto de culto de Atenea Políade, el cual esta incomunicado con los tres que tiene a su espalda dedicados a Poseidón-Erecteo, a Hefesto y a los ancestros míticos.



En la fachada norte se ubica en un nivel inferior un pórtico tetrástilo donde se supone que están los surcos que produjo el dios Poseidón con su tridente al hacer aparecer una fuente de agua salada durante su enfrentamiento con Atenea por el patronato de la ciudad; finalmente ganaría Atenea tras hacer surgir un olivo que podemos encontrar en los aledaños del pórtico. La fachada oeste presenta una columnata incrustada en el muro plano a gran altura, y en el lateral sur el famoso pórtico de las Cariátides preside una de las estampas más bonitas del conjunto, pero las que están en la Acrópolis son replicas de las cinco que se encuentran en el Museo Nacional Arqueológico de Atenas y una en el Británico. El conjunto esta consagrado al héroe local y primer rey mítico de Atenas, Erecteo, hijo de Poseidón y padre de Cécrope el cual morirá al caerle un rayo lazado por Júpiter.

Tras disfrutar de una bella vista de la ciudad de Atenas, la cual se extiende sin que se atisbe su fin alrededor de la Acrópolis, descendimos en dirección al Ágora griega y al Hefesteion que se alza al noreste de ésta, en el camino nos acercamos a la colina del Areópago (el más antiguo y venerable tribunal ateniense), donde encontramos a algunos atenienses volando cometas, tradición realizada el primer día de cuaresma.
En el ágora, aparte de ver una preciosa Iglesia bizantina de planta en cruz griega pudimos disfrutar de la reconstrucción de la Stoa de Átalo, magnífico edificio porticado regalado a la ciudad de Atenas por el rey de Pérgamo Átalo II en el siglo II a.C.. Es éste uno de los ricos edificios que rodeaban el ágora, entre cuyos monumentos y fuentes se proyectaba la vida y actividad social, económica y política de Atenas.
En su interior se alberga el pequeño pero interesante Museo del Ágora, donde pudimos admirar su colección de óstraka (trozos de cerámica usados en las votaciones para decidir un destierro político, de donde ostracismo), así como numerosas piezas que nos acercaron a la vida cotidiana de la antigua Atenas (como los cálices de la foto).

Nos dirigimos hacia el Hefesteion, el cual majestuoso se alza controlando lo que fue el centro de la vida ateniense. Consagrado al dios herrero Hefesto y a su hermana Atenea fue construido en el 449 a.C. permaneciendo intacto hasta el siglo VII d.C. cuando fue reacondicionado como basílica dedicada a San Jorge y principios del XIX cuando durante la guerra de independencia griega sufrió daños siendo reparado posteriormente.
En nuestro camino hacia el templo de Zeus Olímpico recorremos la cercana ágora de época romana y nos adentramos en el museo cerámico donde entre numerosas reliquias pudimos contemplar en su patio central la escultura de un toro además de luego pasear por la zona arqueológica donde se hallaban los objetos y monumentos observados dentro del edificio. Seguimos cruzando el arco de Adriano que separaba la antigua ciudad ateniense del nuevo barrio mandado a construir por el emperador que lleva su nombre como reza en una inscripción en la fachada del lado que da a la Acrópolis: “Aquí está la antigua Atenas, ciudad de Teseo”.

Del templo de Zeus Olímpico, cuya construcción fue iniciada bajo Pisístrato en el s. VI a.C. pero no se finalizó hasta 650 años después, solo se conserva una quincena de las columnas que conformaban el templo más grande de Grecia. El diámetro y la altura de los basamentos, los fustes y los capiteles corintios de las columnas impresionan y dan pie a la descripción que dio Pausanias sobre el templo: sus dimensiones abarcaban cuatro estadios.
Abandonamos el templo para reponer fuerzas en la plaza de Monastiraki rodeando la Acrópolis. Allí pudimos degustar numerosos platos típicos como la musaká, el souvlaki o el pastitsio en un menú de dos platos que no superaba los 12 euros por persona con bebidas incluidas. La tarde y la noche la pasamos algunos deambulando por la ciudad e indagando en las tiendas de souvenires primordialmente, aunque también nos encontramos con monumentos antiguos por sorpresa como la linterna de Lisícrates, levantada en el 334 a.C. en homenaje a este corego o patrocinador del coro ganador del concurso teatral celebrado en el teatro de Dionisos. El monumento lleva inscrito por eso su nombre y en su cúspide se encontraba el trofeo concedido, un trípode de bronce. Entre los siglos XVII y XIX el lugar se utilizó como biblioteca del monasterio de la orden franciscana por lo que pasó a ser conocido el monumento como la linterna de Diógenes. Es el único monumento corégico conservado en Atenas.





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