6º día: Olimpia - Delfos


El sexto día del viaje, tras desayunar, nos trasladamos desde el hotel al recinto arqueológico de la antigua Olimpia, la sede, como es sabido, de los Juegos que se celebraban en honor de Zeus Olímpico, los más importantes del mundo antiguo. El santuario era todo un complejo deportivo destinado por entero a esta actividad. Los orígenes del emplazamiento se remontan al 2º milenio a.C., aunque desde el 2800 a.C. existía una pequeña comunidad asentada en el bosque sagrado de la colina de Cronos (el monte Cronion) en cuyo alrededor se levantó el lugar de culto de Olimpia.

En el santuario de Olimpia vimos nada más entrar el gimnasio y la palestra donde se preparaban los atletas representantes de las polis griegas que iban a participar en los Juegos. Durante su celebración se suspendía toda guerra, imponiéndose una paz sagrada, una ekecheiría o "tregua". Los Juegos se celebraban en verano cada cuatro años, y se prolongaron desde el siglo VIII a.C. (del 776 a.C. data la primera Olimpiada, organizada por el rey de los eleos Ifito) al IV d.C. cuando el emperador romano Teodosio I los prohibió por considerarlos paganos. Y razón no le faltaba, los juegos eran un ritual en el que el mundo de los dioses se ponía en contacto con el de los humanos a través de la designación del vencedor.


Tras pasar al lado de la antigua palestra nos detenemos ante el edificio circular en forma de tholos de nuestra izquierda, el Filipeion, el cual fue mandado a construir en el 338 a.C. por Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro, el futuro Magno, tras su victoria en Queronea contra los griegos.

Dejando el
Filipeion, pasamos entre el Heraion y el Templo a Zeus. El primer templo consagrado a la diosa Hera o Heraion fue levantado en el siglo VII a.C. y es uno de los templos más antiguos de Grecia. Tenía columnas de madera, que con el tiempo fueron sustituidas por otras de piedra. Fue reparado a principios del siglo VI a.C. En su cella se encontró la famosa escultura de Hermes atribuida a Praxíteles.



El templo de Zeus
fue erigido en el siglo V a.C. En su interior albergaba una gigantesca estatua crisoelefantina del dios supremo griego realizada por el escultor Fidias, la cual no se conserva. Esa estatua, que medía 12 metros, fue considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo.




Junto al templo de Hera se hallan los restos del altar de Zeus, donde antaño se mantenía encendido el fuego sagrado durante los juegos, y donde actualmente cada cuatro años se realiza el ritual del encendido de la llama olímpica, que desde aquí es trasladada hasta el país en donde se celebren los Juegos Olímpicos.

Seguimos hacia el estadio olímpico dejando a nuestra izquierda los restos del Ninfeo mandado construir por Herodes Ático en el 160 d.C. para traer agua a Olimpia (en la foto de abajo), la terraza de los tesoros ofrendados por distintas ciudades griegos, y los basamentos de las estatuas de los atletas que fueron pillados haciendo trampas, erigidas como castigo y vergüenza tanto para él
como para su ciudad de origen, a la cual no volvía el atleta por precaución al haber ofendido el honor de la misma con su acción. Pero del mismo modo, los ganadores eran recibidos en sus ciudades con la condición de héroes hasta el punto que entraban en éstas no por la puerta sino por una zona de la muralla que había sido demolida para la entrada triunfal del atleta.



Tras pasar por una bóveda de cañón que se conserva parcialmente entramos en el estadio, un recinto deportivo cuyas gradas estaban desnudas salvo la tribuna donde se colocaban los jueces, la cual se conserva, como también las dos metas, que se encuentran a una distancia de un estadio, es decir, 192,27 metros o 600 pies heroicos: nuestro guía Constantinos nos recordó la leyenda según la cual fue el mismo Heracles quien midió con 600 veces la medida de sus pies la longitud de un estadio.



Tras ver el estadio nos dirigimos al otro extremo del yacimiento para visitar los restos del edificio donde tuvo su taller del famoso escultor Fidias, y que luego acabó transformado en iglesia cristiana. Allí esculpió la estatua crisoelefantina de Zeus. El lugar se identificó gracias, entre otros restos, a una pequeña copa con la inscripción "soy de Fidias", y que se conserva en el museo de Olimpia.






A la vuelta de la visita de Olimpia nos dirigimos a su cercano museo, que ofrece una rica colección de bronces, de armas y cascos (entre ellos dos de las Guerras Médicas y muy famosos: uno de un guerrero persa y el otro de Milcíades, el vencedor de Maratón). También están expuestos los frontones del templo de Zeus (en la foto), entre otros preciados objetos escultóricos encontrados en el yacimiento arqueológico de la ciudad: a destacar la terracota de Zeus y Ganimedes y la Victoria o Niké de Peonio de Mende; pero por antonomasia el mayor reclamo del museo es el Hermes de Praxíteles.






Comimos en un restaurante junto al recinto de Olimpia (dos platos a escoger, ensalada y postre, por unos 12 euros). Después de comer nos dirigimos hacia Delfos, nuestro siguiente destino. En el trayecto pasamos cerca de Patra y cruzamos el puente que une Rio y Antirio, que conecta el Peloponeso con la península de Grecia. Se trata del puente colgante más largo del mundo. Es de aspecto moderno y relativamente reciente, pues fue inaugurado en el año 2004.

Tras cruzar el puente, hicimos una breve parada en la ciudad costera de Náfpaktos o Naupacto, para ver su pintoresco puerto y las murallas venecianas que lo rodean. De la ciudad de Naupacto, Lepanto en italiano, salió la flota otomana que se enfrentaría el 7 de octubre de 1571 a la alianza hispano-veneciana en la célebre batalla de Lepanto. En el pequeño puerto nos encontramos con una sorpresa: una estatua del famoso escritor español Miguel de Cervantes, el cual participó en la batalla.

En el pueblo de Delfos nos esperaba el hotel Acropole, un hotel bastante bueno (de lo mejorcito de Delfos, muy recomendable). Sus habitaciones son cómodas y todas tienen vistas al golfo. La cena no la hicimos en el propio hotel, que sólo disponía de una sala para desayunos. Para cenar nos enviaron a la taberna Epíkouros, en la calle principal del pueblo: tirópita (empanada de queso), ensalada, carne asada con patatas y dulce de postre. Quedamos satisfechos, la verdad, como en todas las cenas del circuito.

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